Gerarda, te busqué por calles polvorientas, doblé esquinas con afiches chillones de fiestas chicha,
subí a las tierras altas y crucé el desierto hasta la tierra de los muertos.
Eras tú, un ánima con los alfileres en la boca , pegada a tu máquina de coser. Te reconocí de inmediato.
Cosías a velocidad celestial un vestido azul con blondas blancas.
Casi no te sorprendiste de mi visita.
Se casa Chandito y tengo mucho trabajo- musitaste con voz hueca .
Sí, Yaya, y estamos tan pobres como cuando él nació-
Una capa densa de desamparo nos cubre ,
como si fuera una maldición
pegada a los huesos.
La Cucú siempre fue la afortunada de la familia. Y tu hermana, ni qué decir.
Nosotros dos hemos vuelto de muertes en vida
En eso y en hombres te gastaste tu herencia, rezongó.
Ahora es impotencia , nada que dar, ni pagar una orquesta, unos cuantos sandguchitos.
Hasta tus muebles remataste para irte con el último de tus maridos.
Déjame terminar el vestido. Hablabas sin que los alfileres cayeran de sus labios.
Es para tu nieta.
- Te he traído una biblia de nácar-quise cambiar de conversación y de ánimos, sobretodo
Su ceño adusto me culpó siempre de todas las desgracias de la familia.
Lo mismo era cuando vivías, Gerarda.
Para ti, soy una poseída por todos los demonios.
Ahora dime cómo vuelvo a la tierra de los vivos.
Si te atreviste a venir a buscarme a la tierra de los muertos. tendrás que pagar un cupo para volver.
No he traído nada , Gerar, tú sí tienes.
Siempre guardaste dinero , ahorraste 50 años bajo el colchón.
No me miró y continuó con los remates del vestido azul.
Adiós , que Dios perdone tus pecados, a la muerte no se lleva plata.
Vagarás por este desierto hasta que un alma recién llegada se apiade de ti y tus miserias.
Siempre te gustó ir por senderos prohibidos, desafiar los límites.
Carga con las consecuencias, niñita malcriada.
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