Apenas pisé el local , las minas explotaron.
Las esquirlas volaron hacia mi rostro.
Cortes profundos , heridas varias.
Mi alma resistió bravía el ataque.
El hombre pezglobo había planeado el casorio
como un teatro de guerra.
Yo era el blanco, la enemiga.
Mis manos manaban sangre.
Los ojos lloraban lágrimas carmesí.
Ellos festejaron hasta el alba.
A mi no me invitaron.
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