Arañando las paredes con las uñas , llego a casa.
Un triunfo casi heroico.
Necesitaba desesperada mi hogar,
el abrazo de Leoncio,
que sin preguntar nada,
lo sabe todo.
Tendida a su orilla,
mi cuerpo fue cediendo al cansancio.
Abrí los ojos al mismo tiempo que él.
Bendición la mía, despertar
en sus ojos limpios.
A veces, temo que él no esté más.
Son tus ideas macabras, tu mentecita loca,
Rompemos a reír en cascada.
Ambos sabemos que mi mente me juega malas pasadas.
A pesar de ello, nos amamos con desesperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario