Ay, Gerarda, cuánto lamento haber cruzado los límites del mundo que separa a los vivos de los muertos.
Ya mi niño, el hijo de Chando no es más.
La muerte se lo llevó en chorros de sangre entre las piernas de su madre.
No es justo, que el diablo se cobre una vida solo por irte a ver y pedirte protección.
No lo haré más. Mi soberbia me jugó otra vez una pasada. Pero no a mi, sino a aquellos inocentes .
Como siempre , me zurré en todo y todos y caminé hasta encontrar la frontera maldita,
aquella que arrancó el soplo de vida a mi nieto .
Pobrecito , debió pagar por el atrevimiento de su abuela.
Será una lección, nadie debe atravesar los límites del bien o del mal.
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