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martes, 18 de marzo de 2014

María era una mujer de armas tomar. Buscó ardides, de los más rebuscados hasta lograr hablar con el padre de la tal Mónica. Consiguió el teléfono de su casa y la llamó. María vivía por esas épocas refugiada en casa de su hermana y esta,  a manera de consuelo le prestaba su preciosa ropa que terminaba regalándosela. Habló con ella, una voz dulce que sin el menor atisbo de rabia, o celos, aceptó hablar con ella.
Era una casa  una quinta y ella era verdaderamente guapa. Acababa de dar a luz y tenía el cuerpo que Miguel tanto añoraba. Su hija, una niña de casi 17 años se sentó con nosotros. Ni bien mencioné con aires de gran dama que estaba próxima a contraer matrimonio con Miguel. La hija saltó de su asiento, dio un respingo de miedo y la tensión de ella fue tal que despertó al bebe recién nacido,
Mónica quiso abrirle  los ojos, con mucha bondad .  Todo su cuerpo manaba serenidad, calidez.
Finalmente se  rindió a  su bondad y la sintió cercana, amiga.  Se humilló a
pedirle consejos y la niña  subió la voz , intervino con una acusación lapidaria:
Miguel violaba a mi mamá y a mi me perseguía para tocarme y yo solo tenía 9 años. No había día que no la golpeara , le sacaba el cuchillo y quiso cortarla. No lo logró pero ella , Mónica asentía.
Qué mal se sintió María tratando de impresionar con aires de gran dama a una mujer bien casada, feliz con una vida rehecha sin rencores, a pesar que hacía poco la había buscado. El ya estaba viviendo con María. Qué dolor pero así y todo María siguió en sus treces.

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