Ingreso como un ovillo de lana porque me enredo en mí misma.
Es la manera de protegerme ante tantas inyecciones mal puestas. Eso es lo peor de todo . La pésima técnica de las técnica en aplicar inyectables- Lo demás resulta hasta divertido y entrañable. Es una especie de sitio liberado. Nadie te mira , critica , estás en plena locura y te la siguen sin risas,con el debido respeto. Por ello,esa clínica es mi favorita.
Con el cuento que mis venas son muy finas, éstas hacen de mis músculos, heridas que con los días son moretones. Dolorosos más que cualquier electroshock, manos toscas en mi fina piel,
Entonces no duelen las inyecciones sino las malas praxis s que hacen . Algunas veces entran 3 o 4 juntas a tratar de encontrar la vena de la intramuscular. Y una se rinde , entra la siguiente, y después de media hora no me han inyectado el tranquilizante, más bien me han dejado unos moretones horribles , allí donde debía entrar la aguja. Al día siguiente, despierto con un dolor en nada comparable. Es como si yo nunca hubiera hecho ejercicio, cosa dudosa , y me hubieran masacrado.
Luego nos dedicamos a entablar las relaciones de amistad , que benefician mis salidas cuando pasa un tiempo. Al mes, un sábado decido celebrar con mis amigas enfermeras el Día del Pollo a la Brasa , y cómo no, me ofrezco a comprarlo de mi pecunio. Y yo soy la que menos come, pero veo la satisfacción en sus rostros y la de mis amigos, porque soy sectaria en eso, y soy dichosa de verlos llevarse la presea de pollo con la mano .
Martín es un gran amigo. Un buen hombre que al igual que yo entra y sale como por una puerta de vaivén de la clínica. Cuando sale me invita a pasear y he estado tentada a acompañarlo como si fuera mi amigo del barrio, conversando de la Raza Celeste. El día que se presentó el evento del Cristal , lo vimos por tv. El y yo, que me gusta el fútbol, la pasión que genera . He visto cómo las lágrimas pugnaban por saltarse de sus ojos , he sentido su emoción , el temblor de la silla. Otro día nos pasaron un video en el que el nuevo esposo de la protagonista iniciaba una relación positiva con la hija mayor.
Martín, un hombrón, se paró indignado y subió hecho una bala de cañón a quejarse al departamento de sicología. Escasos resultados tuvieron los sicólogos en hacerle entender que nada tenía que hacer con su caso, con su vida. Por último un grito de guerra rasgó la noche, Nadie me quitará a mi hijita , Carajo. Luego lo durmieron por tres días. Dicen de él hechos que ya son leyendas y que el refrenda orgulloso. Les metió su propio carro a un patrullero con policías adentro porque los vio tomando alcohol y eso no puede ser pues, hermano. Ellos son la ley. Dicen que los policías lo dejaron ir sin detenerlo por el susto que les había metido en el cuerpo.
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