María amaba explorar los límites . Sean distritales, sean peligrosos, pero el peligro la excitaba y le producía una sensación de libertad y adrenalina , que con el tiempo sí le traerían problemas.
No conocía el miedo . Tomaba su bicicleta , cruzaba Lince y en un rato llegaba a La Victoria, a Matute, donde tenía amigos músicos . Le encantaba vencer alguna calle peligrosa o lo que algunos llaman de mal vivir. Amaba a los gitanos y una vez caminó por espacio de tres horas hasta llegar al barrio gitano en el Porvenir. Tenía unos 15 años y le resultó muy fácil ir de sitio en sitio preguntando por la gitana María.
En algún lugar debería haber una gitana que leyera el futuro en cartas y respondiera al nombre de María. Y así dando vueltas, llegué a una pequeña casa donde en la entrada sobre una tarima, vestida a la usanza más clásica de las gitanas fumaba una pipa una mujer mayor. Era la madre de la cartomántica. María fue relativamente acertada en sus predicciones pero a diferencia de la fama que tienen, descubrí una mujer muy dulce, sin ánimo de codicia pues casi no quiso cobrarme y me aconsejó respecto a mis padres y asuntos domésticos.
La visión de la gitana vieja sobre la tarima no se me borraría nunca. Era una gran pipa de agua y estaba absorta en su consumo. Sus prendas eran las faldas que se muestran en las películas y el escenario era teatral, oscuro y mágico.
Creo que esa visión insólita y hermosa me ha acompañado todos estos años y pienso que ya es tiempo de volver por mis pasos a buscar nuevas aventuras.
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