Unos hombres tocaron a mi puerta ayer noche.
No abrí.
Pegué el oído a la madera para descifrar sus murmullos, risas.
Estaban felices.
Festejaban la alegría que me robaron a besos y promesas.
Los dejé retirarse.
Sonreí al recordar el piso resbaloso ,
inestable para los ebrios y bichos de mala calaña.
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