La ciudad escondía el brillo,
el resplandor tras calles y quintas de apariencia sencilla.
Más si alguien se detenía a escuchar el latido de sus paredes,
descubría el fuego vivo allí mismo.
Yo caminaba por los techos de las casonas cegado por un resplandor
tan vivo que estuve a punto de caer .
En cada lugar insólito hallé el brillo, el resplandor de un fuego vivo,
que pronto me consumiría.
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