Desde aquél día,
aprendí a mirar el resplandor del sol por sobre las ventanas,
la luminosa claridad de los vidrios,
Las aceras iluminadas,
y mi mente ardiente,
creando ideas fugaces,
tan veloces que volaban
hacia el espacio.
hacia un lugar desconocido
y hermoso
donde yo era libre de bailar
de gritar y cantar
como a mi me diera la gana
el tiempo que quisiera.
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