Al encontrar un objeto secreto de brillo singular,
intenté palparlo, sopesar pero el fuego que escondía
quemaba mis manos.
Supe entonces que debía ser más cuidadoso con aquellos objetos de propiedad del fuego,
contemplarlos con unción, ponerlos a buen recaudo, nunca más intentar sobrepasarme.
Ellos pertenecían y eran fuego.
Cobraban un color especial , irradiaban bellas tonalidades doradas y luego tornaban fuego en sí mismos.
Ese era el misterio, el secreto que no debía develar.
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