Deambulo con una llaga en el pecho.
Recorro la noche evocando sus poemas.
Lo llamo en sueños.
Sé que en sus vigilias,
él me escucha
donde esté,
me anida en sus brazos
susurra a mi oído palabras quechuas,
Me dicta un poema nuevo
sobre los soberbios picos de su tierra
aquellos, que remonta
como un cóndor.
El no conoce mi tristeza,
no ha visto la llaga en mi pecho.
El no sabe que es nuestro Padre Poeta,
que caminamos sin rumbo,
huérfanos de su presencia.
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