Entonces no sentía la atracción del abismo.
En épocas pasadas era libre parea conquistar mis barrios alejados, mis casonas olvidadas,
San Miguel tenía una cantinita donde una vez bebimos con un novio detestable.
Vuelvo, ya no bebo pero me gusta recordar aquellos tiempos de locura y desenfreno.
Creo que con el divorcio explosionó en mí una locura apasionada por conocer lo prohibido.
Era como aquellos niños que no han comido en mucho tiempo, y devoran luego todo lo que pueden llevarse a la boca y se enferman.
Así era yo, loca por saber aquello que mis padres no me contaron ni la universidad me enseñó.
Quería beber la vida intensamente, devorar el mundo,
admirar aquello que nunca permitieron que contemplara.
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