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miércoles, 29 de octubre de 2014

Aquellos paseos en bicicleta curaron las profundas heridas de un matrimonio sin amor, una pasión demoledora y  el repudio de mi medio.
Yo reflexionaba mientras pedaleaba. Sentía una necesidad física , espiritual  de conocer ese mundo oculto, que la familia, el colegio nos tenía vedado
La verdad es que no  aceptaba tanto escarnio contra mi persona. 
La traición de las amigas.
Hube de endurecer el alma y estos paseos me  mostraron parte de aquél mundo , que yo intuía que existía más allá de los distritos elegantes
Yo me convertía cada día  en la aventurera, la intrépida mujer que volteaba su educación hacia los barrios.
Me enseñaron  en casa a callar y a no ver. Y ahora veía aquello y me complacía sobremanera. Y sonreía ,era intensamente feliz.
Qué haría una chica joven recién divorciada en un medio hostil sino  fugarse. Yo salí de mi medio, conocí gente del arte, me enriquecí bebí de su maestría y cariño.

Entonces, sin aquella gente pre juiciosa , en soledad absoluta conocí aquella alegría espontánea, vedada  la gente bien, como se decía antes, a las chicas de clase alta.
Era feliz con la sonrisa de la gente que me veía cruzar avenidas.
 Me convertí en una mujer en pos de belleza, con los ojos encendidos , que destellaban luz.
Aquella que cura sus heridas trastocando el dolor por la belleza es es una privilegiada.
Adiós colegio de niñas ricas, adiós monjas, adiós cobardes.
Quería trazarme un destino, lo lograría a punta de muchas caídas,
pero estoy sana, sabia, intacta. Lista a contar mi historia.

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