La soledad habitaba mi casa . El silencio acusador de mis padres. Nunca estuvieron de acuerdo con mi divorcio. Era casi una niña y me auguraban un final espantoso.
Yo era aquella sobre quien todos murmuran.
Por ello, me alejaba de la tristeza y me iba a montar bicicleta.
Si ellos supieran la felicidad que sentía de sentirme libre , no tendrían tan mala cara o sí.
Mis descubrimientos en los barrios menos pensados los atesoraba pues con nadie podía conversar sobre ellos.
Una tarde terminé en un distrito precioso, de casas soberbias pero algo venidas a menos.
Era Santa Beatriz, su encanto de construcciones antiguas , hermosas y un halo de misterio nos envolvían, luego de extasiarme en la contemplación alcancé a ver La Victoria y como no, Matute,
donde viven hasta hoy mis amigos músicos, el Gallo, Piero, Algarabía pura.
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