Eran tus manos amadas , quienes mandaban en mis días.
Si acariciaban suave mi piel de durazno, todo mi cuerpo sonreía.
Los dedos largos , hablaban pausados,
yo atendía en silencio.
Conocía cuando se crispaban o gesticulaban como un orador.
Amaba las palmas de tus manos amables.
No seguí tu destino pero te llevo en el alma , mi niño cubano.
Evoco tus caricias,
tus manos dulces bailando sobre mi flor carmesí.
La fiesta de mi cuerpo,
el estallido de los sentidos.
Eran tus manos.
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