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jueves, 4 de septiembre de 2014

Eran tus manos  amadas , quienes mandaban en mis días.
Si acariciaban suave mi piel de durazno, todo mi cuerpo sonreía.
 Los dedos largos , hablaban pausados,
yo atendía en silencio.
Conocía cuando se crispaban o  gesticulaban como un orador.
Amaba las palmas de tus manos amables.
No seguí tu destino pero te llevo en el alma , mi niño cubano.

Evoco tus caricias, 
tus manos dulces bailando sobre mi flor carmesí. 
La   fiesta de mi cuerpo, 
el estallido de los sentidos.

Eran tus manos.

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