Doblo mi pena en dos,
como un pañuelo.
Llueven gotas ácidas.
Seco la pena dibujada bajo mis ojos.
La tristeza es una costra difícil de arrancar .
Se escapa por las cuencas de los ojos,
los poros de la piel.
Cualquier pliegue , hendidura de goce.
se convierte en un río salado, incontrolable.
Aquello que nunca fue,
palpita en mi cuerpo como un ser vivo.
Y le hablo, le canto dulces nanas,
como una demente clamando por su niiño arrebatado.
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