Admiro la suerte de muchos.
Ellos saben sortear los recovecos del invierno
sin caer en sus charcos de lodo,
o rumiar el frío, o la humedad
y corroe los huesos, las ganas, mi alegría.
Mi preciosa felicidad vive en casa
donde cantan las aves ,
él cubre mis hombros con mantas de abrigo.
Impulsiva yo, necesito palpar la crudeza del mundo,
sus placeres, sus dolores
recuperar el galope de mi corazón,
como antes de la plaga del sueño
como antes de la llegada de los días oscuros.
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