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domingo, 15 de junio de 2014

Recuerdo tus inmensos ojos verdes,
nuestras risas cómplices.
Tu planta elegante
las manos perfectas,
entregadas a los más pobres.
Tus consejos eran puntuales
dulces , serenos
 como manjares finos
Me enseñabas la vida
la imposible cordura
Entre tus brazos
me guardabas,
surcábamos el cielo de
nuestra propia  imaginación
Los demás no existían 
Nada malo podía pasar
Ni de niña ,
ni de adulta ,
a tu lado.

Partiste muy pronto
Quedé desamparada
Y no sigo,
pues amanecí con
el alma en trizas.
Incapaz de escribir 
un  buen poema 
incapaz de afrontar
 este mundo hostil.
indiferente
sin tu presencia,
Padre.

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