Recuerdo tus inmensos ojos verdes,
nuestras risas cómplices.
Tu planta elegante
las manos perfectas,
entregadas a los más pobres.
Tus consejos eran puntuales
dulces , serenos
como manjares finos
Me enseñabas la vida
la imposible cordura
Entre tus brazos
me guardabas,
surcábamos el cielo de
nuestra propia imaginación
Los demás no existían
Nada malo podía pasar
Ni de niña ,
ni de adulta ,
a tu lado.
Partiste muy pronto
Quedé desamparada
Y no sigo,
pues amanecí con
el alma en trizas.
Incapaz de escribir
un buen poema
incapaz de afrontar
este mundo hostil.
indiferente
sin tu presencia,
Padre.
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