Esta mañana ploma , sucia de aguaceros saco a la manada al campo.
El pasto verde humedecido por gotas menudas divierte a los potros.
Con el hocico juegan entre la yerba crecida, buscan hongos.
Al hallarlos, juegan con aquellas setas blanca inmensas como conchas de mar.
Lanzan pedazos al cielo, los despedazan, las arranchan con los dientes.
Entonces los llamo al orden. Debo cuidar a la manada. Ninguno puede caer enfermo.
Mi yegua blanca, que de tan blanca es azul, erguida , impávida contempla el alboroto .
No participa, su ánimo no es mismo de todos los días.
Cabecea lenta.
Palmeo su grupa firme, húmeda de llovizna.
Siento el calor febril en su lomo blanco , devorando hasta las entrañas,
La guío hasta el establo, no prueba bocado de alfalfa verde.
Los cambios de temperatura, la nieve y el esplendor del sol atacan a mi yegua , delicada y fina como ninguna.
Seco vigorosa las crines, la grupa, el lomo , el hocico ardiente
Hoy no cabalgará por la comarca así no será presa de la llovizna traicionera. Acariño su cabeza, palmeo el lomo, verdadero amor el mío por mi linda yegua blanca que de tan blanca es azul.
La guardaré en el establo , junto a los bloques de henos.
Cada hora , bajaré a hacerle la guardia.
Si la fiebre no cede, llamaré al veterinario.
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