Las tardes que el sol aprieta no tengo problema en desnudarme y entrar a la acequia.
Unos niños salen a curiosear a una señora loca sin ropa, los perros ladran y de pronto soy consciente que no estoy sola . ¿ Dónde viven los pobladores del fin del mundo? Cada incursión ha sido silenciosa, ni un ojo curioso. Ahora mi sangre hierve por encontrar las casas vetustas, los niños, sus viejos. Ellos guardarán tanta riqueza en sus relatos y desvelarán misterios de esta parte de la ciudad , que ya es mía.
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