Caigo en hinojos a la tierra, río con la ropa empolvada, camino uno, dos tres pasos, doy un respingo
y alcanzo una nube gorda que pasa. Tomada de una esquina de ella, contemplo los sembríos, el mar infinito, la cordillera lejana. Salto de las alturas y caigo en un frondoso árbol. Las manzanas caen al suelo y corro a recoger una por una. Aviso a mis compañeros, llegan en tropel y nos atracamos de fruta ese día. Hermoso día de aventura.
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