Me sumerjo en los humedales del río, en los olores a pañales de niños, fragancias del barrio que hoy es mío y sonrío al experimentar la acritud en mi nariz, los llantos de los niños, los gritos de las señoras, la vida auténtica, que siempre perseguí.
Ahora soy recolector de vidrios en las afueras de las fábricas, halo una carreta pesada y como apenas. A mucha honra.
Aún no termino mi barraca, duermo casi a la intemperie protegido por cartones.
En días libres descubro rutas secretas, maravillas, que bien vale haber dejado una casa cómoda en un barrio elegante, donde nunca me sentí parte. Su gente fría y frívola nunca fue mi gente. Este grupo de mi barrio es como yo, simple y sincero. Como debe ser la gente, sin frivolidades ni estúpidos materialismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario