Subimos a los vagones abandonados de un tren, que fue majestuoso.
Lo lavamos, limpiamos sus sillones , los vidrios y nos apeamos.
Los niños ha aprendido a imaginar , esta vez, un paseo por las serranías.
Cúan hermoso es pasar por los sembríos dorados, sentir la altura imposible
de Ticlio en nuestro pecho, tocar la nieve tan blanca y helada que quema las manos.
Nosotros los pobres inventamos nuestros juegos con la imaginación.
Cuando los niños crezcan , seguro alguno llegará a conocer la sierra y mucho más.
La semilla está sembrada.
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