Tres, dos, una hora.
Es el tiempo que debo preparar mi psiquis para enfrentar a mi familia.
Somos tan diferentes, pero mis tías son entrañables.
He olvidado el camino hacia el palacio,
la vuelta a casa.
No sé que me espera dado mi alejamiento.
Es un compromiso de sangre asistir,
aún tiemble de nervios y mi ropa llore al lado de los lujosos vestidos.
La cabeza bien alta, segura la voz,
Tres, dos, una hora.
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