Sentí fluir la sangre por mis músculos, mientras mi respiración se aquietaba.
El bosque, mi amado bosque se convirtió en el santuario de paz.
Mis sentidos apreciaban la belleza, el verde y sus matices,
el estanque de agua. Todo era pausado, sereno.
Reconciliada conmigo misma, dominados mis temores por primera vez, volví victoriosa a casa.
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