Ignoro cómo ingresaron los insectos a mi cuerpo.
Ahora es tarde e inútil saber.
Los insectos se ceban con mi sangre, caminan por mi frente,
desgarran mi piel con sus bocas menudas de dientes feroces,
han robado mi paz, mis ganas de vivir.
Solo queda esperar a que se emboten de tanto comer y beber de mi carne y salten hacia el próximo cuerpo.
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