Las personas suelen ser agentes de la desesperanza.
Aquellos cercanos, en los que más confías.
Abren la boca y disparan palabras demoledoras.
Ya las conozco, no les temo en absoluto.
No llegan si quiera a ser hijos del demonio.
Hablan desde su propia frustración, desde la envidia
o vaya a saber qué carencia sufrirán.
Lejos de ellos, vivirás en paz.
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