El ser extraño, gigantesco enciende la hoguera , calcina , abrasa mi piel, la despelleja y atiza el deseo hasta el grito salvaje, la súplica humilde.
Entonces, él soberano de todos los placeres me hace suya, calma mi sed y vuelvo por más, hasta las estrellas . Y entregados uno al otro , oscurece y huyo a casa hasta la aurora, con el deseo encendido.
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