Me pregunto si son tus
dedos tibios los que enredan mis cabellos,
o la garúa incesante
que moja mi cara.
Ambos bajan, recorren
mi cuerpo.
Como un serpentín.
Me recuerdan que sigo
viva.
Aún la luz no alumbre
la tarde.
El calor nos mantiene
unidos en un abrazo estrecho.
Este otoño mil
veces maldito.
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