María sonreía divertida.
Hacía un mes , un dolor de cabeza la molestaba. Luego, perdió el apetito pero nunca el entusiasmo . Si sentía una debilidad extraña, un sueño flojo. No le dio importancia
El médico que la examinó quedó espantado.
Ella había incubado durante meses una infección a la garganta, que había implicado todo el aparato respiratorio.
Así era ella, una niña grande. Todo le daba risa.
En dos semanas y con una dosis alta de antibióticos volvería a ser la de antes.
Ella se encogió de hombros y con una aspirina alivió la molestia más grave.
La cefalea o el dolor de cabeza.
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