Alicia envalentonada salió sola a la calle.
Era domingo , nadie podría acompañarla.
Fue al supermercado, mientras recorría las góndolas veía los productos más confusos, borrosos
Antes de caer redonda en el supermercado , pidió ayuda a los muchachos. Cuánto le importaba cumplir los encargos de su marido, quien al parecer había perdido la sensibilidad o el egoísmo oceánico lo había cegado.
Los muchachos , empleados del supermercado , apreciaban a Alicia .La llevaron en vilo a la caja. Pagó a duras penas.
Pidió al muchacho la ayudara a llegar a casa. Sentía las palpitaciones golpeando su pecho, sudoración en un día otoñal y el estómago flojo.
Nunca más volvería a desobedecer las órdenes de su siquiatra.
Y a ese convenido de su esposo, niño rico , lo atacaría con sus propias manos. Algún día lo haría pagar por su alma negra,
dura como una piedra, fría como la muerte.
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