María regresaba satisfecha del gimnasio. El primer día reconoció que había perdido físico, resistencia, aire.
Hoy sintió la fuerza de sus músculos, la sangre corriendo por sus venas.
La la pasión por el esfuerzo , la disciplina y su inquebrantable voluntad de bailarina de ballet reaparicieron .
La alegría de encontrar gente que le demostraba cariño .Eran sus compañeros de lucha y celebraban con una sonrisa amable su reaparición,
Las mujeres somos competitivas y no faltó una que la quiso molestar .
Ella casi no le contestó , porque esa mujer no le malograría el día, la felicidad de reencontrarse en su lugar amado. Ella estaba segura de recuperar su figura de venado pronto. Con dieta, claro. Y estaba cumpliendo estrictamente.
Ella caminaba de vuelta a casa A medida que se acercaba a su barrio un cortejo de palomas la recibía con un coro de cantos tan hermosos como misteriosos.
María amaba a las palomas. Eran bellas, inofensivas y libres.
A su propia hija la llamaba de cariño Cucú.
Cuando ella nació, su habitación abría a un jardín perfumado y frondoso. Tanto escuchar a el canto de las palomas, aprendió el lenguaje mágico , antes de pronunciar el primer papá.
Claudia, mi hija era en sí misma, una paloma.
Delicada, elegante y noble.
Además de poseer un corazón inmenso , valor .
Un coraje digno de admiración.
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