Tal catarata de palabras atrajo a miles de hormigas a una hora poco usual para el ataque de los insectos y yo,
subiendo las empinadas escaleras de la sección farmacia del hospital público para locos,
,no soporté tanto sufrimiento y caí convulsionando, esperando así botar alguna hormiga.
Más no recuerdo.
Desperté en una cama tiesa al lado de muchas otras camas con mujeres que gritaban unas,
callaban otras y las benditas hormigas seguían subiendo por la pata de la cama.
Vino una doctora, le conté mi problema con estos insectos , me revisó los pulmones , y nuevamente receto un fármaco en un papelito blanco.
Yo casi no tengo familia,, no sé quien será mi visita ni comprará mi fármaco.
Mi marido partió hace años de viaje y aún no regresa. Ya perdí la esperanza.
Espero que mis vecinas me echen en falta. Las llamaré así les cuento mis historias que las hace matarse de risa.
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