El ataque del miedo se diluye
como la llovizna contra mi ventana.
Cuando cruzo la avenida
el horror parece haber huído ,
los autos no son mounstruos prestos a devorarme,
tomar mi cuello y arrollarme.
Por el momento,
la tregua se ha declarado,
disfruto de las horas dulces de la paz,
las saboreo .
No sé cuánto durará este tiempo manso,
cuándo la mano cobarde de la cobra
tomará mi tobillo para sí, otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario