Elevo mi cuerpo del lecho, levito .
Con una pirueta, giro , en punta de pies
me alejo hacia el bosque.
Como cada día, disfruto el placer intenso
de recorrer sus trechos a trote, corriendo, a gatas, en bicicleta.
No importa la manera.
Vale el supremo goce de moverse por un jardín encantado,
la melodía sinfónica de las aves apenas despunta el día. Eso no tiene precio. Y moverse es estar viva. Al menos para mi.
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