Ninguna de ellas quizo apartarse de la otra pero sabían que era por el destino de su lucha.
La doña y Nina estuvieron abrazadas por largo tiempo, llorando más de lo deseado pero llorando todo lo que el alma se derramaba al momento de una partida tan incierta.
Pronto, Nina se puso en pie, alzó su atado y se fue por las mismas calles por las que llegó un día, sobreviviente de una masacre, Silenciosa y triste como un perro sin dueño. Fue doña Petro, quien la domesticó, la enseñó a aflorar sentimient os y a darle ese calor de madre que ella no conoció nunca.
Doña Petro quedó desvastada.. Se le fue su niña, pero le quedaba la misión de visitar al líder y comunicar las órdenes por medio de ese modo bendito de las letanías a todas las señoras y todas las iglesias progresistas. No era poca cosa.
Rocío marchó tan rauda como había llegado y así el grupo se diseminó pero no dejó de actuar ni un solo día en favor de la mina y sus mineros explotados.
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