Nina regresó con el coraje mordiendo su piel.
Pidió las charolas de servir y se dispuso a servir el desayuno a los clientes.
Ese era el trabajo que le permitía comer y al cual se debía, y más aún debía lealtad a a doña Petronila,.
Así pasó la mañana atendiendo, lavando platos, oficios que la relajaban y no le permitían pensar,
Luego almorzó con su patrona, quien leyó el fuego en sus ojos.
Doña Petronila la envió a descansar a su cuarto pues no la vió bien .
Le subió una especie de chupe serrano, muy apetitoso, que al menos le devolvieron las fuerzas físicas a Nina, La doña le insistía mientras acariciaba su cabeza de trigo. No tomes las cosas tan en serio.
Y de pronto , la misma Petronila empezó a contar la historia de aquellos mineros despedidos.
Uno de ellos era su hijo. Ella misma, medio coja llevaba los alimentos no perecibles, pan , fideos, en noches sin luna. Cuánto tendría que aprender Nina que en su ignorancia pensaba que ya todo lo sabía.
Guardó silencio ante la revelación y un nuevo lazo de oro las unió de por vida.
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