Nina se había convertido en pescadora de luces. Había aprendido a distinguir la luz primera de la aurora , aquella que rompe la oscuridad y da paso al día nuevo. La última luz de la tarde, la débil y tenue que apenas alumbra pero mantiene su color aún las tinieblas.
Y se sentía la custodia del río . Lo observaba una y mil veces antes de sentarse a hablar sobre él con propiedad con los ambientalistas. Ella ya amaba a ese río . Y sufría de ver la suciedad flotando sobre él, los químicos de colores, el veneno .
Sabía que necesitaba más que amor para plantear proyectos, pero por el momento era feliz chapuceando en sus aguas, en las orillas. A veces , se atrevía a dejarse llevar por la corriente y saber dónder la llevaría ese río amado. Era triste comprobar que terminaba enredada entre la basura que la gente arrojaba al río.
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