Semana a semana se repetían las visitas a la cárcel, que eran como una letanía en sus vidas. Allí ellas recibían los dictados del partido , las cartas a entregar y que debían esconder entre sus prendas íntimas.
Ellas sí vivían cada incursión con la emoción y el peligro de una principiante pues les tocaba ver situaciones injustas al extremo. Mujeres que eran golpeadas por la policía solo por ir a visitar a un preso. Niños que debían espectar tales desmanes. Y ellas, mudas , aprendieron a callar por estrategia.
Para poder volver y recibir las órdenes del partidos.
Los días que Nina no visitba la cárcel volvía a su vida de muchacha. Corría por el bosque y coronaba su paseo con un baño en el río. Esto molestaba mucho a doña Petro , quien la veía enferma y tumbada en una cama en su imaginación de madre putativa . Así y todo, Nina disfrrutaba de la vida de una muchacha joven sin mayores problemas, cuando no había que cumplir con las labores del partido.
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