Y yo, cuya piel tan solo rozarla,
ardía en llamaradas,
hoy es mi mente una hoguera,
una confusión de ideas,
un aullido largo, salvaje
de loba de bosque
hacia el cielo.
Ay, Dios,
solo por mirar la sonrisa
de mi padre,
sus ojos claros.
Dame ,Señor, el regalo de la muerte
así como diste mi vida,
mi herida es grande,
y sangran mis poros
por esa llaga profunda
que es la ausencia de mi padre.
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