Vivo en una torre alta.
Alejada de la realidad.
Las yemas de mis dedos no conocen
el calor de otras manos hace mucho.
Tampoco extraño el ruido
Me gusta la paz de mi hogar.
Aquella que me fue tan esquiva,
aquella que perseguí con desesperación
brilla ahora en mis paredes.
No quiero abandonar mi refugio,
Ni por un millón de sacos de oro
ni por las risas olvidadas.
Mi destino está decidido.
Vivo feliz en mi torre de cristal.
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