El escucha su música favorita.
Yo vago por linderos desconocidos, mágicos.
Escojo peces de colores y yerbas para mis poemas.
Yo no recuerdo, no añoro nada.
¿Acaso desciendo al infierno rasgando con las uñas
las paredes de cal, como cuando?
¿o contar los escasos centavos para comprar veneno?
No quiero escribir sobre la soledad, que habitaba mi cuerpo.
El desprecio hacia todos aquellos que descendimos a la oscuridad.
Eso ya no existe.
Mis días son hoy claros, diáfanos, alegres.
Amo a un hombre bueno que me ama.
Juntos nos trenzamos en uno, en la felicidad y en las penas.
Y reímos, reímos en cascada de risas, aún el dolor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario