Las tormentas del desierto son malvadas.
Uno nunca sabe cuándo llegan.
No avisan.
Se presentan en remolinos de viento con arena golpeando todo a su paso.
Yo sé cómo guarecerme en esos casos, tras una duna,
pero hubo casos en que se perdieron vidas y muchas veces los daños materiales
son cuantiosos.
Yo no tengo nada que perder sino la vida y la ilusión de seguir adelante.
Ninguna tormenta me acobardará ni robará mis sueños.
Seré el ama de las arenas, la señora del desierto mío.
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