Con la yema de los dedos tocábamos la piel de las nubes, entonces
Y caíamos rendidos de risa y deseo
enredados como crustáceos
que era nuestro lecho,
en aquél cuarto.
Existía la felicidad.
Claro que sí
Era sólida, militante y potente
como el compromiso social
la política,
la amada música,
nuestra vida, digo, nuestra aún,
y ni un resquicio m una pizca de rencor
partícula de odio
brota como una semilla de mis poros.
Me hiciste daño
grave, doloroso.
Lamento que tu condena
sea ser el fantasma en vida
de tus propios días
incesante perseguido
por la culpa,
sin sueño ni paz,
Atemorizado
Eterno.
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