He de caer en hinojos,
invocar con los labios apretados,
ardientes de desesperación.
a mi dios bueno,
mi única y verdadera fuerza.
A quien me salva de la oscuridad y la incertidumbre,
a quien espanta mis temores .
El que regala la paz,
y rescata de sucumbir a la furia de las mareas,
Serenidad para saber perdonar al enemigo
por crueles que sean las heridas.
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