He de combatir aún contra las aves de rapiña,
contra sus garras afiladas , que rasgan inmisericordes mi piel.
Sus picos van en pos de mis pupilas.
Corro en una huída desesperada ante este embiste
sorpresivo , silencioso.
Ellas aletean feroces tras mío, echándome de bruces,
más yo guardo siempre mi daga en la corva.
Mi posición es ideal para clavar en el alma misma del ave,
mil veces hasta su muerte .
Así sucesivamente hasta terminar con la bandada.
Me guardo en casa, cierro puertas y ventanas.
Pronto volverán miles de aves a vengar a sus hermanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario