Por aquellos días, el cielo cantaba cada amanecer.
Y yo amanecía con mechones dorados de su sueño inquieto,
Fui juntando espigas hasta formar dos circunferencias que al roce con el viento
se convirtieron en dos pequeños soles.
Ahora camino con mis pequeños estelas solares en cada bolsillo, los acaricio,
alumbran mis días sin mi muchacho de abril.
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