Hoy descubrió que el sol había quemado su nombre , y ya no retenía las letras de ese poético nombre, radiante con sabor a verano y a alegría, que se disolvía con primeros rayos de luz de la mañana.
Ella sí sabía la razón certera y grave por la cual decidió olvidarlo.
No habló ni hablaría jamás del nombre del poeta en un afán stalinista por olvidarlo.
Jamás podría olvidar algo ocurrido aquellos 6 días de alegría celestial. Lamentablemente, cuando el poeta tomó el mando, la abandonó por siempre.
Los poetas somos poetas de promesas mas no somos buenos reteniendo órdenes precisas.
Felizmente, no quedó postrada del todo , la magia dorada de la alegría vive con las risas y el halo dorado de un circo trashumante en su casa. Así de mágicos fueron esos 6 días Únicamente, el nombre debe olvidarlo.
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