Cuando la tristeza oprime mis días, guardo en los bolsillos dos circunferencias tan brillantes e incandescentes que solo pueden ser rabos de sol de aquél inolvidable abril.
A solas, con zapatillas de ballerina juego a malabares con mis dos pequeños soles, como en el circo.
Vuelvo a casa con la sonrisa pintada en el rostro y el alma curada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario